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Historia de los modelos de comunicación social: la radiotelegrafía y la cinematografía (página 2)



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Aún así el gran problema era visualizar y
memorizar el signo recibido (uno entre más de 100
posibilidades) y buscarlo. Otro problema fue mover los tres
manubrios de la torre de señales
para colocar las respectivas paletas de madera en
posición. Transmitir un mensaje era un trabajo
realmente arduo, porque el diccionario,
además, era doble: buscar le configuración a
transmitir para una palabra dada y viceversa, buscar la palabra
correspondiente a una configuración recibida. Una vez
hallada, la estación receptora tenía que repetirla,
con lo que la estación transmisora sabía que
había sido comprendida y podía pasar al código
siguiente. Por supuesto, en cada torre existían dos
telescopios, uno apuntando a la torre anterior (captar mensaje) y
otro hacia la siguiente (comprobar que habían comprendido
la palabra transmitida, repitiéndola).

Algo sobre la protohistoria

Los trabajos de Agustín de Betancourt y
Molina
:

Estudió en Francia la
telegrafía óptica
de Chappe, pero viendo la complicación del sistema,
Betancourt ideó un sistema mucho más simple,
rápido y eficaz: en vez de tres palas móviles,
activadas con tres timones o manubrios, utilizaba solamente una
«flecha indicadora», en forma de T, que giraba por su
centro de gravedad en incrementos de 10º en 10º.
Conseguía así 36 signos. 10
números y 26 letras. Pero ¿cómo distinguir a
simple vista estas pequeñas diferencias de 10º en la
inclinación de la flecha, situada a distancias de hasta 12
Km.? De la forma más lógica:
el ocular de los telescopios tenía un hilo, como la mira
de los rifles de precisión.

No era una cruz, sino una línea con punta de flecha. En
los oculares de los dos telescopios de cada estación (uno
para recibir y el otro para verificar que la siguiente
estación había recibido bien la transmisión)
tenían grabadas, marcas cada
10º.

Estos oculares giraban (ambos) automáticamente,
mediante una cadenilla de transmisión parecida a la de las
bicicletas. Cuando se movía la rueda o timón de
señales no solo se movía la T exterior de la torre
a la posición correspondiente, sino que de forma
simultánea y sincronizada, ambos oculares giraban en el
mismo sentido, y en la misma cuantía. Por ello, una vez
apuntados en la dirección correcta y ajustadas las
mirillas, no se volvían a tocar los telescopios.

La estación origen del mensaje simplemente giraba el
timón de señales para poner la T en la
posición correspondiente al signo a transmitir.
Después, mirando por el telescopio (que quedaba
automáticamente «sincronizado») se observaba
la repetición del mismo signo en la estación
intermedia. En la estación o estaciones intermedias,
cuando la torre anterior transmitía una señal
simplemente se giraba el timón de señales para que
el ocular se alinease con su alidada paralela a la flecha de la
estación transmisora. Sin necesidad de saber qué
letra o signo era, automáticamente el poste de
señales de la torre repetía el mismo signo, lo que
era advertido inmediatamente por la estación transmisora;
pero también por la siguiente estación, que al ver
la señal de la torre intermedia, repetía la misma
operatoria.

Todas las torres, con sus telescopios automáticamente
ajustados, tenían constancia de que la señal
había sido bien interpretada. De esta forma actuaba toda
la cadena. En caso de error bastaba hacer oscilar la T de
izquierda a derecha un par de veces y volver a fijarla en
posición, hasta que la siguiente estación repitiese
el signo correcto. Los errores eran casi inexistentes, dada la
precisión del mecanismo utilizado (desarrollo del
genial relojero Breguet).

El sistema era tan perfecto que prácticamente no
hacía falta que los telegrafistas intermedios supieran el
código de señales. La transmisión era
fácil porque los signos estaban grabados en el
timón o manubrio principal, y también en los
oculares. No obstante cada estación anotaba el mensaje
retransmitido, por dos razones: tener constancia («libro de
guardia» de la actividad realizada) y poder enviar
una persona a caballo
con el mensaje hasta la estación siguiente en caso de no
haberlo podido transmitir por dificultades como niebla densa, u
otro obstáculo. El diseño
conceptual de Betancourt quedó redactado con
diseños dibujados de su mano, al más puro estilo de
Leonardo. Faltaba llevarlo a la práctica. Incluso
permitía poner una letra de imprenta en
cada manguito del timón de señales y
entintándolas podía dejar registro impreso
sobre papel, cosa que no quiso hacer Betancourt «para no
complicar el invento» (sic).

Prehistoria

La transmisión de información a distancia se llevaba a cabo
con corredores que pasaban los mensajes al siguiente corredor
(tipo maratón griego, pero con relevos). En De bello
gallico
(La Guerra de las
Galias), Julio César cuenta que Gaulo podía
convocar, por medio de la voz, a todos sus guerreros en tan solo
tres días. Ese es un sistema que todavía hoy se
conoce con cierto humor como el sistema de «corre, ve y
dile». Cada corredor, después de la carrera,
transmitía el mensaje viva voce, regresando a su
base.

Fue Diodorus Cronus, en el siglo IV a. de J.C., quien nos
cuenta cómo el rey persa Darío I (522 al 486 a. de
J.C.), para enviar noticias a
través de su vasto Imperio (desde la India al
Danubio) utilizaba a una serie de personas, con buena voz y
pulmones, apostadas en lugares elevados, que se gritaban el
mensaje de unas a otras. A pesar de la multitud de personas
necesarias, el sistema era 30 veces más rápido que
con los antiguos corredores de a pie.

Las señales ópticas fueron utilizadas por los
griegos. Según varias referencias en poemas de
Homero, se
comunicaban mensajes mediante fuegos durante la noche y reflejos
de espejos y humo (al estilo de los indios americanos) durante el
día. Los primeros experimentos de
telegrafía por medio de alambres electrizados (electricidad
estática) se hicieron en Inglaterra, casi
a finales de esta prehistoria
cabe  citar al telégrafo electrostático de
Charles Morrison. Utilizó 26 pares de cables cuyas puntas
acababan en  unas bolas de corazón de
saúco, sobre 26 papelitos, cada uno con una letra del
alfabeto.

Al electrizar uno de los pares de cables, la esferita
«tiraba» de la correspondiente letra; pero –
naturalmente – alguien debía tomar nota, a mano, del
contenido del mensaje. Al parecer no pasó de ser un
interesante experimento que, por la baja intensidad de corriente
conseguida, apenas logró unir entre sí dos
habitaciones contiguas de su casa.

A mediados del siglo XIX, cuando se pone en marcha la red telegráfica, no
existe alternativa posible al telégrafo en términos
de velocidad de
la transmisión de la información. A pesar de la
modernización del correo a la que se ha hecho
alusión en otros tiempos y en otros lugares como Francia.
Por eso el telégrafo, tanto en su versión
óptica como eléctrica, nació amparado y
justificado por las necesidades de información de los
aparatos de poder.

La importancia del telégrafo ya fue asumida por los
últimos políticos y personalidades  ilustrados
del siglo XVIII. También desde el punto de vista
económico, ya con el telégrafo eléctrico,
pronto se puso de manifiesto su carácter dinamizador.

Desde el punto de vista cultural presenta gran 
importancia el telégrafo eléctrico. En primer lugar
por su papel como difusor de la información, tanto
pública como privada. Asociando dos hechos: nacimiento del
telégrafo y primer auge de la prensa de
noticias. El telégrafo alteró los cánones
del tiempo y
modificó cosmovisiones y percepciones, de lo
próximo y de lo lejano. El telégrafo hizo
cosmopolitas a las clases ilustradas en un lapso de tiempo
reducidísimo. En apenas quince años, su horizonte
intelectual se amplió de los limitados márgenes del
espacio más próximo, local o regional, pasando a
abarcar los límites
del planeta. Si con Julio Verne era posible dar la vuelta al
mundo en ochenta días por la revolución
de las comunicaciones
terrestres y marítimas, las noticias de los más
apartados lugares del mundo tardaban horas en llegar al lector de
periódicos de información.

EL
TELéGRAFO ÓPTICO, 1800-1850

La telegrafía óptica: Esta
es más diversificada, tiene sus orígenes en el
teléfono romano, que utilizaba antorchas
para la emisión de los mensajes. El más grande
impulso se llevó a cabo en Francia durante la revolución
francesa con la implementación de un sistema
telegráfico que consistían en la
 ubicación de dos torres con un mástil que
podía adoptar  manualmente muchas posiciones que
indicaban letras, números, frases determinadas. Creando
varias torres entre la población se podía transmitir desde
una hasta la otra los mensajes hasta llegar a su destino
determinado. Para aumentar la lejanía entre las torres,
estas se construían en lugares de buena visibilidad.
Utilizando esta mima dinámica se utilizaban banderas, sobre todo
en las actividades marinas, los colores y las
posiciones de las banderas indicaban un determinado mensaje, esto
es un sistemas preciso
al usado por nuestros ancestros con las señales de humo,
en las que usando diferentes tipos de plantas se
podía diversificar los colores del humo indicando mensajes
diferentes.

La historia del
telégrafo queda definida por una evolución en la que se suceden diversas
soluciones, en
función
de las innovaciones tecnológicas: el telégrafo
óptico, el eléctrico, la telegrafía sin
hilos y otras versiones de la telegrafía como es el caso
del teletipo. El pionero es pues el telégrafo
óptico. Fue el espíritu cientifista del mundo de
la
Ilustración en el siglo XVIII el que auspició
una serie de experimentos que culminaron a partir de 1790 con las
primeras realidades prácticas.

El día 2 de Thermidor de 1794 (19 de julio), la
Convención recibía el primer telegrama de la
historia, en cuyo texto se
anunciaba la toma por parte del ejército republicano
francés de las plazas fuertes de Landrecies y
Condé, hasta entonces en poder de las fuerzas austriacas.
La noticia había sido transmitida hasta París desde
la ciudad de Lille, a través de una línea de
telegrafía óptica de 230 kilómetros, montada
sobre 22 torres, la última de las cuales estaba ubicada en
la cúpula del Louvre.

Claude Chappe había concebido en 1790 un sistema de
señales ópticas, a través de las cuales y
del correspondiente código, se podían transmitir
signos alfabéticos y numéricos a distancia.
Presentó su sistema ante la Convención el 22 de
mayo de 1792, recibiendo un año más tarde una
subvención de 6.000 francos para la construcción de una línea de prueba.
En la perfección de su sistema contó Chappe con la
inestimable ayuda de Abraham Louis Breguet, relojero suizo que
residía en París, quien incorporó algunos
dispositivos al primitivo prototipo de Chappe. El éxito
de esta primera línea posibilitó la creación
de una completa red de telegrafía óptica en
Francia, bajo la dirección de Chappe hasta su muerte en
1805. Cuando a mediados del siglo XIX apareció la
telegrafía eléctrica, en Francia el entramado de
las líneas de la telegrafía óptica alcanzaba
casi los 5.000 kilómetros.

A raíz de las primeras experiencias de Chappe, varios
países comenzaron a ensayar sus propios sistemas de
telegrafía óptica. En 1794, los ingleses
construyeron varias líneas entre Londres y los puertos del
canal de la Mancha (Deal, Portsmouth y Plymouth). La
repercusión de este nuevo método de
comunicación fue considerable en casi todos
los países europeos y en Estados
Unidos.

El telégrafo óptico encontró su
máximo desarrollo en la Francia napoleónica, las
necesidades militares del Imperio obligaban a una rápida
transmisión de las noticias. El sistema de Chappe, probado
con fortuna en Valmy, aparecía como el medio más
eficaz. Durante la restauración borbónica en 1823,
bajo el gobierno de Luis
Felipe la telegrafía óptica asistió a un
nuevo impulso, se trataba de crear una red en forma de tela de
araña, que garantizará una comunicaciones eficaces
del Estado, capaz
de unir las plazas fuertes del Norte, los centros comerciales del
litoral de La Mancha y las ciudades más importantes del
Mediterráneo francés. Mientras Francia optaba por
un modelo
estatal, Gran Bretaña y Estados Unidos se decantaban por
un modelo vinculado a la iniciativa privada y Prusia lo
hacía por uno de carácter mí.

EL TELéGRAFO
ELéCTRICO, 1833-1900

La telegrafía eléctrica:
totalmente de origen griego: teles = distancia y
grafos = escritura, es
«escritura a distancia». Según el medio de
transporte de
la información se la suele clasificar en
acústica, óptica y eléctrica;
aunque esta última puede subdividirse en telegrafía
por cable (cablegramas) o por ondas de radio
(radiogramas).

Todo mensaje enviado por cualquiera de estos sistemas recibe,
genéricamente, el nombre de telegrama. Los
operadores que hacen el trabajo de
enviar y recibir son telegrafistas y el conjunto de
aparatos necesarios, en cada estación, son lo que
constituye el telégrafo.

Al igual que en el mundo del transporte el rápido
desarrollo de los ferrocarriles y de los barcos de vapor
habían conseguido acortar extraordinariamente el tiempo
invertido en recorrer grandes distancias, el tendido de las
redes
telegráficas, tanto terrestres como submarinas,
conseguiría poner en comunicación en
cuestión de minutos puntos del globo que pocos años
antes necesitaban semanas para lograrlo.

A partir de entonces los estados y las grandes agencias de
noticias pudieron establecer comunicaciones inmediatas con sus
diplomáticos, sus colonias, sus agentes y sus clientes. Los
comerciantes y banqueros harán sus transacciones con
clientes situados a miles de kilómetros de distancia. El
conocimiento
casi inmediato de los movimientos bursátiles
permitirá operaciones a
escala universal.
El telégrafo se convierte en elemento básico de
estructuración de la economía-mundo. Y por fin, los
periódicos de la época podrán ofrecer a sus
lectores las noticias acaecidas el día anterior en
cualquier punto del globo. Durante la segunda mitad del siglo XIX
fue tal el grado de desarrollo del telégrafo y tal su
utilización por parte de los círculos antes
citados, que una brusca paralización del mismo era capaz
de provocar una importante distorsión en la marcha regular
de un país, como sucedió en España
durante la huelga de
telegrafistas de 1892.

La aparición de la telegrafía
eléctrica.

En 1833, los científicos Wilhelm Weber y Carl
Friedrich Gauss instalaron la primera línea
telegráfica electromagnética, era la primera vez
que se lograba una aplicación práctica a una nueva
forma de energía: la electricidad. Durante
largos años el telégrafo fue su única
aplicación tecnológica: hasta 1869 no aparece la
dinamo de Gramme, capaz de alimentar una fuente luminosa, y
sólo entre 1876-1878 aparecieron el teléfono, la
lámpara eléctrica de Edison y el fonógrafo.
En 1881 la Exposición
Universal de París festejará la nueva era de la
electricidad. Una nueva época nacía con el
telégrafo eléctrico. Esta primera aplicación
marca la
separación entre el período anterior, que
comenzó en el siglo XVIII, caracterizado por la
construcción de prototipos telegráficos, y la nueva
etapa de sistemas capaces en la práctica de transmitir
mensajes a través de los hilos telegráficos.

 Oferta y demanda
telegráfica, 1855-1900. La socialización del
telégrafo.

Si el telégrafo óptico nació con una
marcada naturaleza
áulica, política o militar y
en todo caso fue concebido para un uso restringido de
carácter oficial, no sucedió lo mismo con el
telégrafo eléctrico. Desde sus orígenes
estuvo llamado a convertirse en un servicio
público. Al fin y al cabo su empleo fue
más variado. Partiendo de su utilización oficial el
telégrafo eléctrico diseña un contexto de
uso en el que se entremezcla la política, la
economía, el periodismo y
el ámbito de lo privado.

Los usuarios del telégrafo pudieron acogerse ya en esas
fechas a tres servicios
adicionales: el acuse de recibo, los telegramas colacionados y la
respuesta pagada. Por el primer servicio y previo pago de 3
reales el expedidor recibía en su domicilio un despacho
telegráfico con la indicación de la hora en que su
telegrama hubiera sido entregado al destinatario o la hora en la
que se hubiera certificado por correo, si tal destinatario no
residiese en la localidad donde se encontrara la estación
telegráfica. Por el telegrama colacionado, el expedidor
recibía la repetición íntegra por parte de
la estación destinataria del telegrama enviado, pagando lo
mismo que por el telegrama sencillo, si bien este tipo de
telegramas no duro más que unos pocos años. Por
último, cabía la posibilidad de pagar la respuesta
del destinatario, poniendo un límite de palabras para el
telegrama de respuesta.

La aparición del telégrafo determinó el
enorme desarrollo del mundo periodístico durante la
segunda mitad del siglo XIX. Gracias al telégrafo
surgieron las primeras grandes agencias de noticias, tanto en el
ámbito nacional como internacional. Durante la
década de los cuarenta los directores de los principales
periódicos norteamericanos habían creado dos
agencias: la New York Associated Press para las
noticias nacionales y la Harbour News Association
para las noticias extranjeras. En Francia la agencia
Havas, fundada en 1835, si bien no podía
utilizar directamente la extensa red del telégrafo
óptico, sí se benefició a partir de 1838 del
uso preferencial del correo y de la
comunicación prioritaria por parte del gobierno de
todas aquellas noticias recibidas por el telégrafo
óptico, que pudieran ser de interés
para los periódicos. A partir de 1851 la Havas
haría uso del telégrafo eléctrico con una
serie de ventajas tarifarias y prioridades a la hora de
transmitir. También en la mitad de siglo nacieron las
agencias alemanas Wolf y Reuter,
pasando esta última a tener su sede principal en
Londres.

El nacimiento de la telegrafía sin hilos.
1867-1914.

Los orígenes de la radiotelegrafía se
sitúan en el desarrollo de la teoría
electromagnética por parte de Maxwell. La teoría de
Maxwell predecía que los objetos metálicos
deberían reflejar un haz de energía
electromagnética como un espejo; además,
establecía que la radiación
electromagnética debía viajar a través
del vacío o del aire con una
velocidad igual a la de la luz. En otras
palabras, según la teoría de Maxwell la radiación
electromagnética debía comportarse como la luz. De
ser cierta tan extraordinaria teoría las ondas
electromagnéticas podían convertirse en un medio de
difusión instantáneo de información. Los
presupuestos
teóricos de la telegrafía sin hilos estaban
sentados cuando Maxwell publicó en 1873 su obra
fundamental Teatrise on Electricity and
Magnetism
.

En 1887-88 Heinrich Hertz demostró prácticamente
la existencia y las características de las ondas
electromagnéticas descritas por Maxwell. La importancia de
los trabajos de Hertz, por lo que a nosotros atañe, reside
en el hecho de que fue capaz de enviar desde un oscilador una
onda electromagnética a una considerable distancia siendo
recogida por un alambre receptor (antena). Esta radiación
electromagnética, a la que se llamó ondas
hertzianas, era la primera demostración práctica de
lo que luego serían las ondas radiotelegráficas. La
telegrafía sin hilos era ya una posibilidad
práctica.

Entre 1897 y 1901 Marconi realizó varios ensayos de su
nuevo sistema, a través de su empresa, fundada
el 20 de julio de 1897 en Londres, la Wireless Telegraph
and Signal Company Limited
, base del posterior emporio
industrial Marconi´s Wireless
Telegraph Company
. Ese año logró
establecer la primera conexión radiotelegráfica. Un
barco de regatas fue capaz de transmitir radiogramas a una
estación de la costa británica distante quince
kilómetros. En 1898 realizó la primera
comunicación radiotelegráfica a través del
Canal de la Mancha, entre Dovers y Wimereux, en la región
de Boulogne. Por fin, el 12 de diciembre de 1901, Marconi
llegó al momento culminante de sus ensayos: desde Cornwall
(Gran Bretaña) envió la primera señal
radioeléctrica que se recibió más
allá del Atlántico, en Terranova. La letra S, en
signo de Morse había recorrido 3.500 kilómetros.
Comenzaba una nueva era en el mundo de las comunicaciones.
Estaban sentadas las bases teóricas y prácticas
para el desarrollo de la radio
transmisión.

En años posteriores se concretaría no
sólo en la expansión de la telegrafía sin
hilos, sino también en la aparición de la
radiodifusión, cuando se solventó el problema de la
transmisión de la voz humana. La primera aplicación
práctica de la telegrafía sin hilos
consistió en la comunicación marítima, entre
los barcos y los puertos.

En 1904 Flemming, que se había incorporado desde 1899
como consejero a la Compañía de Marconi,
creó el primer prototipo de los tubos de radio: la
lámpara de vacío de Flemming. El norteamericano Lee
de Forest perfeccionó de manera independiente en 1906 la
lámpara de Flemming, al colocar una rejilla entre el
filamento y el cátodo, de esta manera la placa de metal
que constituía el ánodo de la lámpara
adquiría una propiedad
esencial: la amplificación de la señal recibida.
Más tarde se descubrió que la lámpara de Lee
de Forest combinada con un oscilador podía transformarse
en una potente fuente de ondas electromagnéticas.
Después de 1914, la nueva técnica de los tubos de
vacío reemplazó al viejo cohesor de Branly. Nos
encontramos ante los primeros pasos de la electrónica.

Paralelamente a la implantación de la telegrafía
sin hilos en Gran Bretaña y Estados Unidos, a partir de la
actividad de la compañía de Marconi, en Alemania las
investigaciones de Slaby, asociado al conde von
Arco y a la AEG, hicieron posible la fabricación del
material preciso para la telegrafía sin hilos. En 1903 la
compañía creada con este objetivo se
fusionó con las de Braun y Siemens y Halske, pioneras de
la nueva industria
telefónica: nacía la Telefunken,
que con la incorporación del ingeniero austriaco Robert
von Lieben se convirtió en líder
mundial en el campo de los amplificadores
electrónicos.

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Cinematografía

El pre cine

El cine
(abreviatura de cinematógrafo) o
cinematografía, es la técnica que consiste en proyectar
fotogramas de forma rápida y sucesiva para
crear la impresión de movimiento,
mostrando algún vídeo (o película, o film, o
filme). La palabra cine designa también las salas o teatros en los cuales se
proyectan las películas. Etimológicamente,
la palabra cine proviene del griego κινή
(kiné), que significa "movimiento" (ver, entre otras,
"cinético", "cinética", "kinesiología",
"cinética", etcétera

El ser humano siempre se ha preocupado por captar y
representar el movimiento. Los bisontes con seis patas que los
prehistóricos pintaban en las cavernas demuestran este
hecho. Durante siglos, diversas civilizaciones o personas han
buscado procedimientos
para reproducir la realidad. Es el caso de las representaciones
con , los
primeros espectáculos en público con
proyección de imágenes
animadas.

Un invento capital
aparece en el siglo XIX: la fotografía.
Por vez primera, era posible impresionar y guardar una imagen del mundo
que nos envuelve. Pero algunos fotógrafos no se
conformaron con las imágenes fijas y ensayaron con las
imágenes  de objetos en movimiento.

A largo del siglo, toda una serie de inventores construyen
aparatos -mitad genios, mitad juguetes-, que
buscan  producir la ilusión del movimiento. Se trata
del Taumatropo, el Fenaquistoscopio, el Zootropo y el
Praxinoscopio. Una variante de este último, el Teatro
óptico, construido por Emile
Reynaud
, es lo que más se acerca a lo que será
el cine. Con el fin de producir una acción
continua, se proyectaban largas bandas de más de 500
transparencias de dibujos a
partir de un aparato cilíndrico que, juntamente con la
proyección de una imagen de fondo desde una linterna,
proporcionaba la proyección de los primeros dibujos
animados.

Ya tenemos, pues, los tres elementos que constituirán
el cinema: la
persistencia de la visión
, la fotografía
y la proyección. Pero faltaban dos más de
fundamentales: la película perforada y el mecanismo de
avance intermitente que la mueve. Y fue en los EE.UU. donde, en
1890, se solucionó el problema, de la mano del gran
inventor Edison y de
Dickson.

Orígenes

El cine se desarrolló
desde el punto de vista científico antes de que sus
posibilidades artísticas o comerciales fueran conocidas y
exploradas. Uno de los primeros avances científicos que
llevó directamente al desarrollo
del cine fueron las observaciones de Peter Mark Roget, secretario
de la Real Sociedad
de Londres, que en 1824 publicó un importante trabajo
científico con el título de Persistencia de la
visión en lo que afecta a los objetos en
movimiento, en el que establecía que el ojo humano
retiene las imágenes
durante una fracción de segundo después de que el
sujeto deja de tenerlas delante. Este descubrimiento
estimuló a varios científicos a investigar para
demostrar el principio.

La historia del cine comienza el 28 de diciembre de 1895, fecha en la que
los hermanos Lumiére proyectaron
públicamente la salida de obreros de una fábrica
francesa en Lyon.

El éxito de este invento fue inmediato, no sólo
en Francia, sino también en toda Europa y América
del Norte. En un año los hermanos Lumiére creaban
más de 500 películas, marcadas por la ausencia de
actores y los decorados naturales, la brevedad, la ausencia de
montaje y la posición fija de la cámara. El
desarrollo de las nuevas técnicas
cinematográficas, de una mayor narrativa, y la
elaboración de los primeros guiones de ficción,
provocó que los hermanos Lumiére quedaran en
segundo plano en el crecimiento de su cinematógrafo.

El arte de la
cinematografía alcanzó su plena madurez antes de la
aparición de las películas con sonido. Dado que
el cine mudo no podía servirse de audio sincronizado con
la imagen para presentar los diálogos, se
añadían títulos para aclarar la
situación a la audiencia o para mostrar conversaciones
importantes.

En los años veinte del siglo XX surge una nueva
tecnología
que permite a los cineastas agregar una banda sonora a los
filmes, ya sea de diálogos, música o efectos
sonoros, que aparecerán sincronizados con la imagen en
movimiento.

Mientras que la incorporación del sonido fue
rápida y determinó la desaparición del
relator y los músicos en vivo, el color
tardó más en ser adoptado por el cine. El
público era relativamente indiferente a la
fotografía en color opuestamente al blanco y negro. Pero
al mejorar los procesos de
registro del color y disminuir los costes frente al blanco y
negro, más películas se filmaron en color.

Algunos denominan al cine actual postmoderno, tanto por su lugar en
sucesión al cine clásico como por su proximidad al
postmodernismo

Los primeros experimentos

Tanto en Estados Unidos como en Europa,
se animaban imágenes dibujadas a mano como forma de
diversión, empleando dispositivos que se hicieron
populares en los salones de la clase media.
Concretamente, se descubrió que si 16 imágenes de
un
movimiento que transcurre en un segundo se hacen pasar
sucesivamente también en un segundo, la persistencia de la
visión las

En aquellos mismos años, William Henry
Fox Talbot en el Reino Unido y Louis Daguerre en
Francia trabajaban en un nuevo descubrimiento que
posibilitaría el desarrollo
del cinematógrafo: la fotografía,
ya que sin este invento previo no existiría el cine. Hacia
1852, las fotografías comenzaron a sustituir a los dibujos
en los artilugios para ver imágenes animadas. A medida que
la
velocidad de las emulsiones fotográficas
aumentó, fue posible fotografiar un movimiento real en vez
de poses fijas de ese movimiento. En 1877 el fotógrafo
anglo estadounidense Eadweard Muybridge empleó una
batería de 24 cámaras para grabar el ciclo de
movimientos del galope de un caballo.

Thomas Alva
Edison

Hasta 1890, los científicos estaban
interesados principalmente en el desarrollo de la fotografía
más que en el de la cinematografía. Esto
cambió cuando el antiguo inventor, y entonces ya
industrial, Thomas Alva Edison construyó el Black Maria,
un
laboratorio cerca de West Orange (Nueva Jersey), que se
convirtió en el lugar donde realizaba sus experimentos
sobre imágenes en movimiento y el primer estudio de cine
del mundo. Edison está considerado por algunos como el
diseñador de la primera máquina de cine, el
kinetoscopio, pero en realidad ni fue él el inventor ni el
invento era propiamente una cámara de cine.

Los experimentos sobre
la proyección de imágenes en movimiento visibles
para más de un espectador se estaban desarrollando
simultáneamente en Estados
Unidos y en Europa;
en
Francia, a pesar de no contar con la gran infraestructura
industrial de Edison, los hermanos Louis y Auguste Lumiére
llegaron al cinematógrafo, invento que era al tiempo
cámara, copiadora y proyector, y que es el primer aparato
que se puede calificar auténticamente de cine, por lo que
la fecha de su presentación pública, el 28 de
diciembre de 1895, y el nombre de los inventores son los que han
quedado reconocidos universalmente como los iniciadores de la
historia
del cine.

Los hermanos Lumiére produjeron además una serie
de cortometrajes con gran
éxito, de género
documental, en los que se mostraban diversos elementos en
movimiento: obreros saliendo de una fábrica, olas
rompiendo en la orilla del mar y un jardinero regando el
césped. Uno de sus cortometrajes más efectistas
para demostrar las posibilidades del nuevo invento fue el que
mostraba a un tren correo avanzando hacia el espectador, lo que
causaba gran impresión en el público asistente. El
cine que se producía mientras en el estudio de Edison era
más teatral: números circenses, bailarinas y
actores dramáticos que actuaban para las cámaras.
Pero para entonces el equipamiento elemental ya había sido
estandarizado siguiendo el modelo del cinematógrafo de los
hermanos Lumiére, y las películas se comenzaron a
comercializar a escala
internacional.

El estilo documentalista
de los hermanos Lumiére y las fantasías teatrales
de Edisson se fundieron en las ficciones realistas del inventor
estadounidense Edwin S. Porter, a quien se le atribuye en
ocasiones la paternidad del cine de ficción. Trabajando en
el estudio de Edison, Porter produjo la primera película
estadounidense interesante, Asalto y robo de un tren, en
1903.

Esta película, de 8 minutos, influyó de forma
decisiva en el desarrollo del cine porque incluía
innovaciones como el montaje de escenas filmadas en diferentes
momentos y lugares para componer una unidad narrativa. Al hacer
esto, Porter inició el montaje, uno de los fundamentos de
la creación cinematográfica,
proceso en el que diferentes fragmentos elegidos de las
diversas tomas realizadas -o disponibles- se reúnen para
conseguir un conjunto coherente.

Asalto y robo de un tren tuvo un gran
éxito y contribuyó de forma notable a que el cine
se convirtiera en un espectáculo masivo. Las
pequeñas salas de cine, conocidas como nickelodeones, se
extendieron por Estados
Unidos, y el cine comenzó a surgir como
industria. La mayoría de las películas, de una
sola bobina, de la época eran comedias breves, historias
de aventuras o grabaciones de actuaciones de los actores
teatrales más famosos del momento.

Las películas mudas

Entre 1909 y 1912 todos los aspectos de la
naciente
industria estuvieron bajo el control
de un trust estadounidense, la MPPC (Motion Pictures Patents
Company), formado por los principales productores. Este
grupo limitó la duración de las
películas a una o dos bobinas y rechazó la
petición de los actores de aparecer en los títulos
de
crédito. El trust fue desmontado con éxito en
1912 por la ley
antitrust del gobierno, que permitió a los productores
independientes formar sus propias compañías de
distribución
y exhibición, por lo que pudieron llegar hasta el
público estadounidense obras europeas de calidad.

Cine mudo
estadounidense

El ejemplo, sobre todo de Italia,
que en 1912 con 717 producciones era el cine más potente
del mundo, llevó a los productores estadounidenses a la
acción, viéndose obligados a hacer películas
más largas, en las que los directores tuvieran
también una mayor
libertad artística, y los actores figuraran en los
títulos de
crédito, lo que hizo indefectiblemente que algunos de
éstos se convirtieran en los favoritos del público.
Como resultado, siguió un periodo de expansión
económica y artística en el cine de este
país.

Entre 1915 y 1920 las
grandes salas de cine proliferaron por todo el territorio de
Estados Unidos, mientras la industria se trasladaba de los
alrededores de Nueva York a Hollywood, pequeña localidad
californiana junto a Los Ángeles
donde los productores independientes, como Thomas Harper Ince,
Cecil B. De Mille y Mack Sennett, construyeron sus propios
estudios. Ince introdujo el sistema
de unidades, en el que la
producción de cada película estaba
descentralizada -se trabajaba por obra-, con lo que se
podían hacer simultáneamente varias
películas, cada una de ellas supervisada de principio a
fin por un jefe de unidad -un productor ejecutivo- que
dependía a su vez del jefe del estudio. Se produjeron
así cientos de películas al año como
respuesta a la creciente
demanda de las salas. La inmensa mayoría eran
westerns, comedias de tortazos y resbalones y elegantes
melodramas, como el de Cecil B. De Mille Macho y hembra (1919)
protagonizado por Gloria Swanson. Ince, por su parte, se
especializó en la Guerra
Civil estadounidense y el lejano Oeste, sin concesiones al
sentimentalismo, en los que destacó el entonces popular
vaquero William S. Hart.

Búster
Keaton

Joseph Francis Keaton nació en 1895, en Pickway
(Kansas), falleciendo en Hollywood en 1966. Hijo de dos
cómicos ambulantes, Joseph y Myra Keaton, "Los dos
Keaton", el pequeño apareció en escena cuando
sólo contaba un año de edad. Es considerado una de
las más importantes figuras de la historia del cine por
haber entendido mejor que cualquiera de sus contemporáneos
el significado y las posibilidades del cine.

En sus obras, muy apreciadas tanto por el público como
por la crítica, estableció una interesante
comunicación
con el espectador, exploró la elasticidad
del tiempo y realizó bromas inolvidables que siguen
gustando a cuantos las ven. Lo más admirable de esta mente
privilegiada es su capacidad de improvisación y la
creación de innumerables situaciones en las que
combinó un rostro impasible y un cuerpo capaz de hacer
cualquier acrobacia, realizando así situaciones
divertidas, alocadas y a menudo absurdas.

Charles Chaplin

Actor director, guionista y músico de origen
británico (Londres, 1889-Corsier-sur-Vevey, Suiza, 1977).
Autor completo, puede que el primero en la cronología
cinematográfica, en todo el sentido de la palabra
(él mismo escribió la música
de sus películas sonoras), Charles Spencer Chaplin
encarnó el cine para millones de personas durante varias
generaciones, Chaplin era un cómico genial
cuyos trabajos darían brillo a la pantalla. Su sola
presencia era suficiente para asegurar el éxito comercial
de una película. Fue la primera estrella internacional y
una leyenda viva desde su juventud,
rompiendo con cada nueva
producción los récords de taquillas anteriores.
Su personaje del vagabundo Charlot mezclaba de una forma
única la comedia sentimental, la sátira social y el
patetismo de la naturaleza humana, convirtiéndose en un
arquetipo universal

Cine mudo latinoamericano

Desde principios
del siglo XX, a través de la distribución
y la exhibición, las compañías
estadounidenses de cine detentan el control
de las pantallas de todo el continente, salvo en el corto periodo
de la II Guerra Mundial.
Como aliado, México se
benefició de este importante mercado
cedido por Estados Unidos en detrimento de Argentina
y España, el primero neutral y el segundo bajo una

dictadura fascista, que vieron decaer sus respectivas

industrias cinematográficas.

En ese periodo México
vio crecer su industria gracias a un mercado
seguro de
habla castellana. Las producciones por lo general eran comedias y
dramas populares, cuando no películas de tendencia
socio-folclórica. El cine en México había
empezado con Riña de hombres en el zócalo (1897). A
partir de esta fecha no se dejaron de producir películas,
generalmente noticiarios sobre la
independencia y la Revolución
Mexicana como El grito de Dolores (1910, de Felipe
Jesús del Haro) o Insurrección en México
(1911, de los hermanos Alva). En 1917, el gobierno
de Venustiano Carranza restringe la difusión del cine
documental revolucionario, y ese mismo año se funda la
productora Azteca Film, que realiza películas de
ficción como La obsesión.

La madurez del cine
mudo

En los años posteriores a la
I Guerra Mundial, la industria cinematográfica se
convirtió en uno de los sectores principales de la
industria estadounidense, generando millones de dólares de
beneficios a los productores que tenían éxito. Las
películas de este país se internacionalizaron y
dominaron el mercado mundial.
Los autores europeos más destacados fueron contratados por
los estudios y sus técnicas se asimilaron en Hollywood,
que las adaptó a sus fines comerciales. El star system
floreció, y las películas utilizaron a las grandes
estrellas, entre otras a Rodolfo Valentino, John Barrymore, Greta
Garbo, Clara Bow y Norma Shearer, como principal atractivo para
el público.

El periodo se caracterizó también por el intento
de regular los
valores morales del cine a través de un
código de censura interna, creado por la propia
industria de Hollywood en 1930 (el
código Hays, bautizado así por dirigirlo el
político y moralista Will Hays). Este tipo de instrumentos
de control
político
moral persistieron hasta 1968 en Estados Unidos.

En los años veinte las
películas estadounidenses comenzaron a tener una
sofisticación y una suavidad de estilo que sintetizaba lo
que se había aprendido de la experiencia. Los majestuosos
westerns románticos, como El caballo de
hierro (1924), de John Ford, mostraban la economía
y maestría narrativas que marcarían la trayectoria
de los directores clásicos Frank Capra, William Wyler o
George Stevens. Mientras, Cecil B. De Mille trataba de enmascarar
el erotismo de sus primeras comedias sexuales, como El
señorito Primavera (1921), tras la fachada bíblica
de espectáculos como Los diez mandamientos (1923) o El rey
de reyes (1927) en los que de hecho aparecían
orgías y escenas de baño con el menor pretexto.

Las películas cómicas conocieron una
época dorada en los años veinte. A Chaplin se
unieron otros dos cómicos, Harold Lloyd y Buster Keaton, a
la cabeza del género,
ambos continuadores de la tradición de las
películas cómicas de payasadas, de una sola bobina.
Durante este periodo, cada uno de estos cómicos dispuso
del tiempo y del apoyo económico necesario para
desarrollar su estilo personal.

El cine sonoro

En 1926 la productora Warner Brothers introdujo
el primer sistema sonoro eficaz, conocido como Vitaphone,
consistente en la grabación de las bandas sonoras
musicales y los textos hablados en grandes discos que se
sincronizaban con la acción de la pantalla. En 1927, la
Warner lanzó El cantor de jazz, de Alan Crosland, la
primera película sonora, protagonizada por el showman de
origen ruso Al Jolson, que alcanzó un éxito
inmediato e inesperado entre el público. Su eslogan,
sacado del texto de la película "aún no has

oído nada", señaló el final de la era
muda. Hacia 1931 el sistema Vitaphone había sido superado
por el Movietone, que grababa el sonido
directamente en la película, en una banda lateral. Este

proceso, inventado por Lee de Forest, se convirtió en
el estándar. El cine sonoro pasó a ser un
fenómeno internacional de la noche a la mañana.

Las primeras
películas habladas

La transición del cine mudo al sonoro
fue tan rápida que muchas películas distribuidas
entre 1928 y 1929, que habían comenzado su proceso de
producción como mudas, fueron sonorizadas
después para adecuarse a una
demanda apremiante. Los dueños de las salas se
apresuraron también a convertirlas en salas aptas para el
sonoro, mientras se rodaban películas en las que el sonoro
se exhibía como novedad, adaptando obras literarias e
introduciendo extraños efectos sonoros a la primera
oportunidad. El público pronto se cansó de los
diálogos monótonos y de las situaciones
estáticas de estas películas, en las que un
grupo de
actores se situaba cerca de un micrófono fijo.

Tales problemas se solucionaron
en los inicios de la década de 1930, cuando en varios
países un grupo de directores de cine tuvieron la
imaginación necesaria para usar el nuevo medio de forma
más creativa, liberando el micrófono de su
estatismo para restablecer un sentido fluido del cine y descubrir
las ventajas de la postsincronización (el doblaje, los
efectos sala y la sonorización en general que sigue al
montaje), que permitía la manipulación del sonido y
de la música
una vez rodada y montada la película.

Películas fantásticas

La tendencia a evadirse de una realidad no
demasiado halagüeña se acentuó en aquellos
años. Un ciclo de películas de terror
clásico, entre las que se incluyen Drácula (1931),
de Tod Browning, El doctor Frankenstein (1931), de James Whale, y
La momia (1932), de Karl Freund, salió de los estudios de
la Universal, y generó una serie de secuelas e imitaciones
a lo largo de toda la década. Una película que
cosechó un éxito rotundo de taquilla fue King Kong
(1933), de Merian C. Cooper. En el género
fantástico también destacó El mago de Oz
(1939), de Victor Fleming, musical infantil basado en el libro
de L. Frank Baum, protagonizado por Judy Garland, que se
convertiría en la primera artista musical de la
década de 1940.

El cine
artístico

La producción de películas
fantásticas de Hollywood se intentó compensar
durante los años treinta con películas más
serias y realistas, europeas en su mayor parte, como la alemana
El ángel azul (1930), de Josef von Sternberg, que dio a
conocer a Marlene Dietrich, o la francesa La gran ilusión
(1937), de Jean Renoir, considerada una de las grandes
películas antibélicas de la historia del cine. Un
cineasta estadounidense procedente de la
radio, el escritor-director-actor Orson Welles,
sorprendió desde su primera obra con sus nuevos encuadres,

objetivos angulares y efectos de sonido, entre otras
innovaciones, que ampliaron considerablemente
el lenguaje cinematográfico. Aunque nunca llegó
a adaptarse a la industria de Hollywood, y pocas veces
encontró respaldo financiero para sus proyectos,
sus películas Ciudadano Kane (1941) y El cuarto
mandamiento (1942) tuvieron una influencia capital
en la obra de los cineastas posteriores de Hollywood y del mundo
entero.

Desarrollo del cine en color

Los experimentos con película de

color habían comenzado ya en 1906, pero sólo se
había usado como curiosidad. Los sistemas
ensayados, como el Technicolor de dos colores,
fueron decepcionantes y fracasaban en el intento de entusiasmar
al público. Pero hacia 1933 el Technicolor se había
perfeccionado, con un sistema de tres colores
comercializable. La popularidad del color
aumentó, y durante los años cuarenta se
empleó sobre todo en una serie de musicales
clásicos de la MGM (Metro Goldwyn Mayer), entre los que
destaca Easter Parade (Desfile de Pascua, 1948), de Charles
Walters. En la década de 1950 el uso del color se
generalizó tanto que prácticamente el blanco y
negro quedó relegado para películas de bajo

presupuesto que buscaban un realismo
sereno, como Marty (1955) de Delbert Mann, sobre las aspiraciones
de un carnicero del Bronx, o
El hombre del brazo de oro (1955), de
Otto Preminger, en la que se contaba la historia de un
drogadicto. A partir de los años sesenta, el blanco y
negro quedó para crear efectos especiales en
películas como Psicosis
(1960) de Hitchcock, o La última película (1971),
de Peter Bogdanovich. Más recientemente, lo hemos podido
ver casi siempre en películas con pretensiones
artísticas, como
El hombre elefante (1980), de David Lynch, Toro salvaje
(1980), de Martin Scorsese, La ley de la calle
(1983), de Francis Ford Coppola, o Zelig (1983), de Woody
Allen.

Particularidades
del cine.

Como forma de narrar historias o acontecimientos, el cine es
un arte, y comúnmente, considerando las seis artes del
mundo clásico, se le denomina séptimo arte. No
obstante, debido a la diversidad de películas y a la
libertad de
creación, es difícil definir lo que es el cine hoy.
Sin embargo, las creaciones cinematográficas que se ocupan
de la narrativa, montaje, guionismo, y que en la mayoría
de los casos consideran al director como el verdadero autor, son
consideradas manifestaciones artísticas, o cine arte (cine
de arte). Por otra parte, a la creación documental o
periodística se le clasifica según su
género. A pesar de esto, y por la participación en
documentales y filmes periodísticos de personal con
visión propia, única y posiblemente
artística (directores, fotógrafos y
camarógrafos, entre otros), es muy difícil
delimitar la calidad artística de una producción
cinematográfica. La industria cinematográfica se ha
convertido en un negocio importante en lugares como Hollywood y
Bombay.

Clasificación  del cine según su
argumento

o        Género
cinematográfico.

o        Cine
independiente

o        Cine de
animación:

o        Cine
documental

o        Cine
experimental:

 

 

 

 

 

Autor:

Lic. Alexander Centeno Quintero

Nicaragua

Octubre 2008

Partes: 1, 2
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